Un problema medio ambiental, muertes impunes, grupos de crimen organizado que fueron aliados y ahora se oponen y demandas de resarcimiento. El panorama en San Marcos después del fin de la Mina Marlin.
1. El agujero
En San Marcos, en San Miguel Ixtahuacán, donde operó durante doce años la Mina Marlin, un agujero se adentra en la montaña.
Entre pinos y tierras secas por la canícula, a tres kilómetros de la aldea El Salitre, la entrada del túnel estáreforzada con repello de concreto, hierros y láminas. Esta era una mina secundaria llamada La Hamaca, parte del proyecto operado por la transnacional Goldcorp. Nadie trabaja ahora allí. Ninguna reja nos cierra el paso. No hay vigilantes que nos pidan volver atrás. Hace tres años, La Hamaca fue abandonada.
Antes de irse, los mineros sellaron la boca de la mina con un par de camionadas de tierra. Pero los habitantes de El Salitre la volvieron a abrir. La vía está libre, y nada nos impide adentrarnos en las galerías mineras, acompañados por dos habitantes de la zona, para ver la magnitud de la obra.
El túnel de cinco metros de alto por cinco de ancho se hunde en la tierra siguiendo los caprichos de la veta de oro. Según los que lo han recorrido, el fondo de la mina está doscientos metros más abajo. La oscuridad es absoluta, y las luces de nuestros celulares apenas hacen brillar los reflectores que indican direcciones en la mina.
Cuando la empresa se fue, la mina fue saqueada por algunos habitantes de El Salitre. Los instrumentos, los cables, las tuberías y todo lo que podía servir o venderse a las recicladoras fue extraído. Aún se ven restos de los cables que llevaban la señal de radio, y sobre el suelo yacen unas grandes válvulas que dirigían aire comprimido hacia el fondo de las galerías. A pesar de los refuerzos en las paredes, hay pedazos de techo que ya se han desplomado sobre el suelo. Los comunitarios que nos acompañan dicen que más al fondo la mina se está llenando de agua. No podemos llegar por falta de equipo adecuado.
Después de extraer cerca de Q33 mil millones (US$4.4 mil millones) dejando regalías mínimas el 31 de mayo de 2017, la mina Marlin dejó de extraer minerales. Provocó tras su partida una burbuja de crecimiento económico que dejó a un pueblo con “un declive económico y moral”.
2. De colaboradores de la Mina a grupos de crimen organizado
A finales de 2015, cuando La Hamaca aún estaba en plena actividad, un grupo armado de la aldea El Salitre empezó a amenazar a los trabajadores. Exigían una sola cosa: que la empresa se fuera de allí. El acoso duró varios meses, y los hombres penetraron varias veces en el recinto de la mina luciendo sus armas.
Alfredo Gálvez, gerente de Montana Exploradora, muestra un video de una de estas incursiones, filmado por un guardia de seguridad con una cámara oculta. Se ve un grupo de ocho personas, algunos cargando armas largas, amenazando e insultando a los guardias de la empresa. Un guardia, visiblemente asustado, no tiene más opción que abrirles el portón de entrada. El video termina con los guardias de la empresa huyendo en un carro y dando la alerta por radio. Poco después, dice el gerente Gálvez, los mismos hombres le dispararon en la pierna a un conductor de un camión.
En diciembre de 2015, Goldcorp tiró la toalla y abandonó El Salitre. De todas formas, la veta estaba casi agotada, y la empresa pensaba más en explotar otras áreas –que fue autorizado por el mismo Alfredo Gálvez cuando era viceministro de Energía de Alejandro Maldonado Aguirre–.
En marzo de 2016, la empresa volvió a El Salitre, con la intención de desmantelar ordenadamente la operación. Pero los hombres armados de nuevo lo impidieron.
Los agresores son muy conocidos en el lugar. Se hacen llamar Los Lenchos y los habitantes del municipio los asocian con el narcotráfico y el tráfico de personas. También son dueños de hoteles y de camiones de carga. Antes de volverse enemigos de Goldcorp, eran sus colaboradores.
La transformación de aliados a enemigos ocurrió así:
Goldcorp llegó a explorar en San Miguel Ixtahuacán en 1996, ocho años antes de que Alfonso Portillo les diera la licencia de explotación al final de su presidencia en 2003. La minera fue percibida por muchos habitantes como una invasión foránea. Les preocupó la repentina especulación por las tierras y los nacimientos de agua, y temían los daños que el proyecto pudiera ocasionar al medio ambiente. En este paupérrimo municipio marquense, a 300 kilómetros de la Ciudad de Guatemala, un movimiento de rechazo a la minería se organizó y tejió alianzas con oenegés nacionales e internacionales. A lo largo de los años, la lucha contra la Mina Marlin vio el auge de figuras de la resistencia, como Crisanta López, que un día decidió botar los postes del tendido eléctrico de la mina que pasaban por su terreno, o Maudilia López, una religiosa que fundó el Frente de Defensa Miguelense (Fredemi).
La empresa minera, para operar y mantener la gobernabilidad en el área, hizo sus propias alianzas.
A nivel nacional se aseguraban de tener en la bolsa al Presidente. En la famosa confesión de Juan Carlos Monzón después del caso La Línea, el secretario de Roxana Baldetti dijo que Montana Exploradora había financiado ilegalmente la campaña del Partido Patriota. Eduardo Villacorta Haddad, el entonces gerente de la empresa, sigue prófugo de la justicia por este caso.
También cortejaban a los funcionarios del Ministerio de Energía y Minas, ofreciéndoles empleo tras su paso por el servicio público. Alfredo Gálvez fue nombrado gerente de Marlin días después de dejar su cargo de Viceministro de Energía y Minas, el cual aprovechó para firmar una modificación del área de explotación que favorecía a la minera.
Y a nivel municipal, se ganaban a los actores clave. La municipalidad de San Miguel y el partido UNE, por ejemplo, fueron su mejor carta en el escenario local. Los proyectos de responsabilidad social, las regalías que pagaba y los contratos que firmaba con empresas locales, le dieron una amplia base social.
Los constructores locales prosperaron. Por ejemplo, la empresa del actual alcalde Ramiro Soto recibió entre 2009 y 2013, Q21 millones (US$2.8 millones) en contratos por parte la municipalidad de San Miguel. Los poderosos del lugar diversificaron sus negocios: hoteles, restaurantes, cantinas, prostíbulos y máquinas tragamonedas se multiplicaron por las calles del pueblo minero.
Eran tiempos en que Los Lenchos, lejos de ser enemigos de la mina, estaban entre sus cercanos colaboradores. Alfredo Gálvez, gerente de Montana, no lo niega.
– ¿Los Lenchos fueron contratistas de ustedes?.
– Talvez en los trabajos de La Hamaca. Es muy probable que hayan trabajado como contratistas, porque se utilizaban contratistas locales, y ellos tienen camiones de volteo.
Los Lenchos supieron aprovechar la bonanza minera: sus camiones y sus hoteles les permitían apropiarse de una parte de la riqueza que la mina extraía.
Durante varios años, el dinero fluyó en San Miguel, el comercio floreció y los poderosos se hicieron más ricos y fuertes. La mayoría del municipio se alegraba por la llegada de minería.
– La resistencia no llegó a ser la mayor parte de la población. De 40 mil habitantes en San Miguel, talvez unas 2,000 o 3,000 dieron la cara por la defensa del territorio y la madre tierra”, admite Maudilia López, religiosa y activista anti-minería.
La mina y sus aliados mantuvieron el control y, con el tiempo, las oenegés desertaron la plaza.
– Muchas dijeron que San Miguel era un caso perdido y entonces se fueron. Los que teníamos nuestra postura fija siempre continuamos, con apoyo o sin apoyo.
Entre 2011 y 2016, la resistencia estuvo virtualmente derrotada. Sus acciones, tomas de carretera y quema de maquinaria menguaron. Tras las denuncias de la empresa, líderes como Crisanta López vivían acechados por órdenes de captura.
Además, sufrían del acoso constante de los grupos que querían que la mina prosperara. Y entre los más agresivos y peligrosos para los activistas estaban Los Lenchos.
Según un informe de la oenegé ambientalista Madre Selva, en 2011, al cabo de un bloqueo de carreteras organizado por la resistencia, Los Lenchos detuvieron a varios miembros del Frente de Defensa Miguelense y los retuvieron en la alcaldía auxiliar de San José Ixcaniche, en donde los amarraron con cables eléctricos y los golpearon, y amenazaron con violar a las mujeres. No fueron liberados hasta que Aniceto López, líder del FREDEMI, firmó un acta en la que prometía desistir de las acciones de protesta contra la mina. Temidos en todo el municipio, Los Lenchos también amenazaron con sus armas a los locutores de la radio de la parroquia de San Miguel.
Los grupos de poder local siempre vieron la mina como una vaca lechera a la que había que ordeñar cada mañana, pero también proteger de toda resistencia.
La relación entre la empresa y Los Lenchos siempre fue atribulada. Una disputa entre ambos inició cuando la empresa decidió comprar tierras en El Salitre para el proyecto La Hamaca. Goldcorp anunció que pagaría también las casas sobre esos terrenos. De inmediato, en El Salitre se desató una especulación por cualquier pedazo de ladera: todos querían comprar tierras para vendérselas a la minera. Además, Los Lenchos y otros grupos locales empezaron a construir casas a toda prisa con el afán de sacarle más dinero a la empresa. Todavía se puede ver, cerca del túnel de La Hamaca, una colonia de veinte o treinta casitas blancas, apiñadas como si fuera un asentamiento urbano, que nunca han sido habitadas. Al final, la mina no compró esos terrenos, y los especuladores locales se quedaron frustrados, dueños de casas y terrenos sin ningún valor.
3. Las casas rajadas de El Salitre
El divorcio entre El Salitre y Goldcorp se gestó cuando las casas de la aldea se empezaron a abrir como frutas maduras.
Nómada visitó la casa de un campesino de El Salitre, Pedro Alejandro de León. Su casa es de adobe reforzado con columnas de concreto y varillas de acero. Tiene varias habitaciones y una cocina separada. Las paredes están bien repelladas con cal pintada de rosa. Sería una bonita casa, si no fuera porque cada pared está abierta de par en par. Por las rajaduras que se abrieron, se puede pasar el brazo. El suelo de cemento también está partido como si una falla sísmica pasara justo en medio de la casa. Según Pedro de León, en el 2015 empezó a abrirse. “Cuando la mina trabajaba, se sentían las explosiones como si fueran temblores. A veces en la tarde a veces a las 4 de la mañana, a veces a medio día”, dice el campesino.
Baudilio González, ex-trabajador de la mina, recuerda también las explosiones:
– De madrugada se sentía cómo temblaba la tierra. Los niños se despertaban y se ponían a llorar. Todavía están traumados por eso. Nosotros le pedíamos a los ingenieros que por favor se midieran, que bajaran las cargas, pero no hacían caso.
Al igual que la Minera San Rafael, en Santa Rosa, ahora, Goldcorp no asume la responsabilidad por las casas que se caen a pedazos a la orilla de sus minas.
– Las explosiones no se escuchaban ni se sentían. Previo a una voladura, expertos determinan la cantidad exacta de explosivo a utilizar utilizando programas de computadora. Tenemos registros de las vibraciones que se producen en cada una de las explosiones. Al hacer un análisis de los registros, se demuestra técnicamente que las vibraciones no viajaban más de cierta distancia, muy lejos de donde estaban las casas, rebate Alfredo Gálvez, el gerente.
Según Óscar Mejía, un habitante del Salitre que varias fuentes asocian con el grupo de los Lenchos (lo cual él niega), hay más de 200 casas dañadas en su aldea, y más de 1000 en el resto de las comunidades vecinas a la mina. Nómada visitó otras cuatro casas con daños más o menos profundos. A diferencia de la de Pedro de León, estaban deshabitadas. En los conteos de casas dañadas, entraron también las casas construidas por especulación.
4.Cuando se acaba la feria
En 2016, Goldcorp anunció que las vetas de oro de Marlin se agotaban y que el cierre de operaciones era cuestión de meses. La empresa empezó a despedir a su personal y a cerrar sus puertas a los contratistas. Las regalías de la muni ya no alcanzaron para nada. Terminada la feria, todos los que habían sido sus aliados, le dieron la espalda.
La resistencia contra la mina reverdeció de repente. Los mineros, los contratistas, la municipalidad de San Miguel, todos se han unido a los activistas, adoptando, algo a destiempo, su discurso: defensa del medio ambiente, protesta por las enfermedades que muchos atribuyen a la mina, demanda de resarcimientos por las casas rajadas, los hundimientos y los nacimientos de agua secos. Hasta Los Lenchos, perdonadas sus golpizas y amenazas contra los activistas ambientales, se han unido a la lucha contra la minería.
Para los que se oponían a la mina desde el año cero de su llegada, este giro fue una sorpresa. Maudilia López sonríe:
– Ellos que nos decían ‘ustedes no saben nada, ustedes hablan sin fundamento’ y ahorita, nos dicen ‘ayúdennos’. Pero como no se trata de resentimiento, ahí estamos apoyando. El chiste es defender los derechos.
La unión es frágil, y hay desconfianza entre unos y otros. Cada uno tiene objetivos distintos: unos buscan sacarle una última tajada a la mina. Otros quieren que la mina les pague por sus casas rajadas. Más de algún ex trabajador desistiría de sus demandas a cambio de un empleo. Carlos Loarca, abogado de la Asociación pluriculturalidad de Guatemala (Plurijur) asesora a la resistencia tiene un objetivo más político:
– Que se condene al Estado y a la empresa por los daños al medio ambiente y la corrupción. Es para que esto no vuelva a pasar en Guatemala.
Pero por muy dividida que esté, la nueva resistencia ha sido capaz de acciones espectaculares: entre junio y agosto de 2017, unos cien pobladores tomaron las instalaciones de la mina Marlin y la ocuparon por 52 días. De esta forma, logró forzar a apertura de una mesa de discusión con la minera, auspiciada por la Comisión Presidencial de Diálogo.
Las discusiones llevan un año sin avanzar demasiado: las comunidades exigen a la empresa que se reconozca culpable por las casas rajadas, la contaminación del agua y las enfermedades de la piel de las que se quejan muchos habitantes del área. La empresa no acepta ninguno estos cargos. El Gobierno juega a ser árbitro, con muy poca credibilidad.
La empresa quiere terminar en paz el cierre técnico de la mina, reforestar las áreas dañadas y salir de Guatemala. Le importa sellar de una vez por todas el túnel de La Hamaca. La resistencia de El Salitre se niega a dejarla pasar mientras no haya resarcido a todos los afectados. El pleito se antoja muy largo
5. ¿Cómo será el siguiente capítulo de la minería en Guatemala?
La “traición” de Los Lenchos y de los grupos de poder en San Miguel ilustra algo más amplio: los megaproyectos como Marlin afrontan una resistencia muy resuelta, muy articulada y muy constante, mientras que sus aliados, interesados en beneficios inmediatos, se vuelven cada día más exigentes y menos fiables. Cuando el dinero se agota o se reduce, los amigos se van, o se pasan al bando contrario. Goldcorp, que extrajo 63.2 toneladas de oro del subsuelo, no encontrará entre la mayoría de sus extrabajadores, entre los grupos a los que hizo millonarios, entre los políticos que financió, ni un atisbo de gratitud. Quizás esto explique en parte por qué, en Guatemala, la minería está de capa caída. Actualmente, sólo existen tres operaciones de minería metálica en actividad en Guatemala. Son las minas de níquel Fénix, Cerro Colorado y Sechol. La mina San Rafael Las Flores está suspendida desde hace más de un año, y la Corte de Constitucionalidad falló que puede reabrir solo después de un complejo proceso de consulta comunitaria. Goldcorp nunca pudo iniciar un nuevo proyecto minero para sustituir a Marlin. Una cosa es segura: la minería está de capa caída en Guatemala.
Si bien Marlin cerró al agotarse el oro, “la empresa sí tenía las intenciones de seguir trabajando en la zona”, explica Alfredo Gálvez, gerente de Montana Exploradora.
– Sin embargo, la presencia de oenegés promoviendo la conflictividad hace que las condiciones no sean propias. Y el mismo gobierno, a través de sus políticas, suspende la actividad minera en todo el país. Oro hay en la zona. La zona es un distrito minero. Pero la presión de las oenegés fue muy grande. Sufrimos secuestro de trabajadores, quema de maquinaria. Lo mismo pasa en las otras zonas mineras en Guatemala, el ataque de las poblaciones a las empresas mineras, que sigue completamente impune.
El análisis de Carlos Loarca, abogado de Plurijur, tiene similitudes con el del gerente minero.
– Fue la resistencia la que echó a la mina. La resistencia comunitaria, unida a la presión nacional e internacional. La trascendencia de esta lucha es que el modelo extractivista fracasó. A pesar del apoyo del gobierno y de la criminalización de la protesta, las mineras se van a ir. San Rafael tiene presiones muy fuertes y diga lo que diga la CC, se va a tener que ir. Las de níquel también enfrentan una fuerte oposición. Y no hay otras más.
*A las 12:30 se hicieron algunos cambios de edición a lo largo de la nota.
Original: Nómada